Volar es uno de los sueños
perseguidos por el ser humano desde el principio de los tiempos… Y aunque lo
tengamos que hacer con ayuda de equipo adicional, puedo decir sin duda alguna
que es una de las mejores experiencias que he vivido. Pero ¿Cómo les explico lo
que sentí?
Una experiencia de vida obligatoria, y no de esas que se hacen una vez en la vida, sino de esas que una vez que pruebas, quieres regresar!!!
Es que suena trillado, pero
nada que describa se compara a que lo vivas por ti mismo, y es que esta vez
aproveché mi viaje para realizar Parapente.
Hay varios lugares donde se
puede realizar, siendo uno de los más populares el pueblo de San Pedro, en este
caso volamos desde el cerro Playa Bruja
en la comuna de Libertador Bolívar (a unos 15 minutos antes de Montañita),
el vuelo usualmente dura entre 12 a 15 minutos, vas acompañado del Instructor
quien realiza todas las maniobras y uno sólo tiene que disfrutar; Tiene un
costo de $35, que incluye las fotos que cada uno toma mientras vuela.
Cuando recién llegamos
habían buenas condiciones de viento, que es lo que se necesita para volar, sin
embargo con el paso del día bajo bastante, por lo que nos ofrecieron hacer
parapente a motor, donde se recorre una mayor distancia en el mismo tiempo y se
asciende a mayor altura.
Entonces llegó mi momento, (ya
lo habían realizado mis hermanos), por lo que me sentía entusiasmada, el equipo
incluye un chaleco, arnés, casco y unas orejeras protectoras contra el ruido
del motor. Ya lista, me senté en el aparato que es como yo le decía: “Una
bicicleta con alas”. Y en menos de 5 segundos, apenas y alcancé a que me dieran
la cámara, despegamos.
Al principio en el estómago
tenía esa sensación nerviosa, pero a diferencia de cuando hice Puenting, aquí
no se me ocurrió ni siquiera cerrar los ojos. Y es que no hay nada más lindo
que sentir el viento en tu rostro y empezar a ver todo desde arriba, como si
pudieras tocar las nubes.
Intento buscar las palabras adecuadas
para describir las emociones que sentía mientras volaba, pero como dije con
anterioridad, nada se compara a que lo vivas por ti mismo. Ni siquiera quería
tomar fotos, sólo me centraba en abrir bien mis ojos para poder apreciar cada
momento del paisaje, sobre todo cuando pasaba por el perfil costanero y veía la
playa.
Cuando
virábamos en las curvas volvía a tener esa sensación en el estómago, y es que
vas ahí adelante sentado aparentemente sin nada que te proteja, pero esos
nervios pronto se disipaban, y vaya cómo disfrutaba estar ahí. ¡Los pájaros
tienen tanta suerte!
Sentí que fueron más de 15
minutos, pero como todo lo bueno se acaba, llegó el momento de aterrizar. Si me
daban nervios pues no quería zangolotearme, pero fue todo muy suave, apenas y
sentí que la llanta tocó el suelo.
Una experiencia de vida obligatoria, y no de esas que se hacen una vez en la vida, sino de esas que una vez que pruebas, quieres regresar!!!
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